Actividad 5: Sobrenatural

Niña
Sophie cerró la puerta del auto y despidió a su novio con un gesto amargo que demostraba disgusto y enojo. Una vez en la puerta notó que había olvidado buscar las llaves.
Algo apurada y nerviosa comenzó a revolver su bolso apartando hojas, maquillaje, su celular y otras cosas que ella llevaba al trabajo. Sintió la fría llave, por supuesto, en el fondo de su bolso. Al sacar la mano sintió una punzada de dolor en uno de sus dedos. Miró y estaba sangrando.
-¡Mierda!
Se había cortado, supuso ella, con la tijerita que llevaba “por si acaso” a todos lados. No era un corte muy profundo pero le ardía y sangraba bastante.
Dejó sus cosas en la primer silla que encontró y fue hacia el baño a lavarse las manos.
-Las curitas, las curitas – dijo mientras pensaba dónde las había guardado.
Recordó que se hallaban en los estantes bajo la pileta. Se agachó y estuvo allí unos segundos mientras sacaba una y la abría, antes de dejar la caja dentro sintió que algo rozaba su espalda se levantó de golpe y con fuerza, eso provocó que golpeara con el borde de la pileta. Un mal día definitivamente.
Hizo caso omiso a lo ocurrido y sólo se detuvo a pensar en el dolor de su cabeza. Buscó hielo en la cocina y se fue a su pieza a descansar un rato. Hacía más frío de lo normal en la casa, por lo tanto prendió la estufa, pero pasados unos minutos seguía haciendo bastante frío.
Ignoró el clima propio de su casa y se dispuso a dormir con el hielo en la cabeza.
Luego de unas horas y de unos sueños bastante raros despertó. Estaba helada y tenía aún más sueño que antes. La calefacción estaba al máximo, era imposible que hiciera tanto frío.
Supuso que podía ser ella la que no estaba bien y no la casa.
“Estoy destemplada, espero no tener fiebre”, pensó.
Mientras ella se duchaba unos pasos débiles, suaves y sombríos sonaron por el pasillo. Ella no pudo oírlos debido al ruido del agua.
Terminó de bañarse y se dirigió al cuarto. Unos pies pequeños esperaban sobre su cama mientras despegaban del colchón y caían suavemente, una y otra vez.
Sophie con el pelo mojado y la cabeza ardiendo intentaba calentarse los brazos cuando la vio. Ahí estaba saltando la niña pequeña con ese pelo rubio y largo y esos ojos azules llenos de dolor y muerte. Si, muerte, era lo único que Sophie pudo entender en ellos. Llevaba una pollera roja y una blusa blanca manchada de sangre, la misma ropa que usó su hermana el día de su muerte.
Sophie se desmayó.
Despertó al rato con su hermana, ya no perteneciente a este mundo, mirándola sentada al lado suyo.